El siglo dorado. Crecimiento del Monasterio

Será el siglo XVI la centuria que mayor esplendor proporcione al Monasterio. El nuevo templo conventual, el que hoy podemos contemplar, es un claro exponente de la importancia del convento en aquellos tiempos. Comenzó a construirse en 1509 y no se concluiría hasta el año 1525, siendo bendecido el 16 de julio. Se trata del elemento arquitectónico más importante del conjunto verano, tanto por la nobleza técnica de su fábrica, como por sus dimensiones. Según conocemos, gracias al monje cronista del siglo XVII, su levantamiento estuvo lleno de dificultades debido a las corrientes de agua que recorren el suelo del edificio a causa de la escorrentía natural. En el exterior únicamente destaca la sencilla decoración renacentista en la portada de los pies y una espadaña austero pero elegante que corresponde a fechas posteriores. Sin embargo, en el interior el edificio muestra todo el esplendor del estilo gótico.

La nave presenta 36,28 metros de longitud y 10,40 metros de anchura, destacando también la altura de sus muros, cuyas escasas ventanas provocan una habitual penumbra interior. Se cubre la nave con bóvedas de crucería de gran belleza. En la del presbiterio, y en su zona central, aparece el escudo de los Señores de Oropesa, benefactores del convento y patrocinadores de las obras. El gran retablo protagoniza el espacio de la cabecera de la iglesia. Obra de Antonio de Segura, termina de instalarse en Yuste en 1584. Para ello fue necesario modificar el presbiterio y elevar, todavía más, su altura para dar mayor protagonismo a la nueva obra. En el ático aparecen las armas imperiales con el águila bicéfala explanada y el Toisón de Oro, símbolos de Carlos V. Las imágenes de los laterales representan las personificaciones de las virtudes: la Fe y la Esperanza, situadas a la derecha, y la Fortaleza y la Justicia, a la izquierda. La obra pictórica es conocida con varios nombres: El Juicio Final, La Gloria, Apoteosis de Carlos V o La Trinidad. El lienzo original de Tiziano fue encargado por Carlos V al pintor veneciano durante la segunda de sus estancias en Augsburgo (1550-1551), concluyéndose en 1554.

A comienzos del siglo XVI y patrocinadas por el obispo de Plasencia, D. Gómez de Toledo, se edificarían nuevas construcciones en el complejo monástico: la ermita de Belén, hoy en ruinas; y la denominada Casa del Obispo, situada al norte del monasterio. Ésta se convirtió en el alojamiento de los criados de este obispo, que llegó a ser enterrado junto a su madre, la condesa de Pasarón, en el coro de la iglesia del monasterio en 1521 En tiempos del Emperador, en la ermita de Belén, cuya denominación responde a la ciudad bíblica en la que San Jerónimo fundó su monasterio, los flamencos que le acompañaban, celebraban el día de San José, <>, como dice el padre cronista Fray Luis de Santa María en su obra sobre el Monasterio. Durante la primera mitad del siglo XVI el edificio conventual se verá también acrecentado con la construcción de un segundo claustro conocido como claustro renacentista que responde a las necesidades de espacio surgidas con el crecimiento de la congregación religiosa. La construcción se vio perjudicada, al igual que la iglesia, por las potentes corrientes de agua que recorren el terreno del monasterio peligrando en numerosas ocasiones la estabilidad del mismo. Según cuenta el monje cronista, el cantero que labró las piedras del claustro fue el monje portugués fray Antonio de Santa Cruz. El claustro se decoraría con pinturas y trampantojos, hoy perdidos, y realizados por otro monje artista llamado fray Gaspar de Santa Cruz. Aparecen en este esbelto claustro renacentista los escudos de varias familias nobiliarias como los Zúñiga, Álvarez de Toledo, Figueroa y Guzmanes, además de los símbolos de la Orden de San Jerónimo. Con la construcción de la nueva iglesia y el claustro renacentista, la crujía situada entre los dos claustros se convertirá en la nueva sacristía del conjunto. Desde el interior de este espacio se aprecia la diferencia de altura en que se encuentran los claustros entre si, situándose el renacentista a un nivel superior. La sacristía, convertida hoy en museo, donde podemos contemplar diversas piezas de ajuar pertenecientes al monasterio y, entre ellas, dos de los sitiales del coro; presenta en su muro oeste tres hornacinas aveneradas de grandes proporciones realizadas en ladrillo. Entre la iglesia y la sacristía encontramos el espacio de la antesacristía. próximo a lo cuadrangular y abierto a los claustros, sirviendo de conexión entre ellos y proporcionando también el acceso a la cripta, situada debajo del altar mayor de la iglesia.