Santa Tecla
Durante el ańo 48, en la ciudad de Iconio, San Pablo predicaba en la casa de un amigo. Enfrente vivía Tecla, hija de Teoclia, una joven de familia rica, prometida en matrimonio a Tamiris. Tecla quedó extasiada con la predica de San Pablo y decidió seguirle en su peregrinar. Su prometido denunció a San Pablo por hechicero y este fue encarcelado. Ante esta situación, Tecla repartió sus joyas entre los pobres y las utilizó para sobornar a los carceleros y conseguir la liberación de San Pablo. A partir de este momento, Santa Tecla y San Pablo viajan juntos y van cristianizando el mundo. En sus viajes, San Pablo y Santa Tecla visitan Tarragona y predican consiguiendo muchas conversiones.
Posteriormente la santa siguió sola su misión evangelizadora en Seleucia. Fue perseguida por los enemigos del cristianismo, encarcelada y sometida a terribles tormentos de los que salió incólume.
El martirio de Santa Tecla incluye, entre otros, los siguientes tormentos:
Fue lanzada a un foso con reptiles venenosos, que la respetaron. Se la ató entre dos bueyes, para despedazarla, y estos perdieron su fuerza. La colocaron sobre una pira para quemarla viva, pero el fuego se apartó y quemó a sus verdugos. Por fin fue lanzada a los leones, los cuales lamieron sus heridas y sanó.
Derrotados sus perseguidores la dejaron en libertad y ella vivó en una cueva, como anacoreta, dedicada a la oración hasta su vejez.
Sin embargo, en una nueva agresión, le fueron enviados unos soldados para ultrajarla. Santa Tecla oró para librarse del nuevo tormento y permanecer pura. La cueva se derrumbó dejando solamente su brazo al descubierto.
Los seguidores de la santa recogieron el brazo y lo trasladaron a Armenia para darle sepultura y rendirle culto. De allí fue trasladado a Tarragona para custodiarlo en la catedral consagrada a su memoria.