Palabra de Dios
De la Constitución de la Orden
Artículo 27
Un amor cordial y vivo a la Palabra de Dios, su lectura y meditación diarias, nos facilitan un diálogo auténtico y salvífico con Dios. El contacto con la Sagrada Escritura, en el espíritu de la fe y la obediencia a Dios, a imagen de María que guardaba las palabras del Señor meditándolas en su corazón (Cf. Lc 2,19), nos lleva al conocimiento de Jesucristo (Cf. Flp 3,8). Es fuente pura y constante de la vida espiritual y todo apostolado. Por lo tanto, que todos los hermanos lean a diario la Sagrada Escritura.
Artículo 28
Entre diversas formas de oración, un lugar privilegiado en la vida de la comunidad paulina, lo ocupa la oración mental. Nos introduce en el misterio de Cristo y ayuda a participar de manera más plena y fructífera de la oración litúrgica, especialmente en el misterio eucarístico. También sirve eficazmente al desarrollo de la vida interior.
Que todos los miembros del convento, conjuntamente, celebren una meditación de media hora por la mañana. La segunda meditación, cultivada tradicionalmente en la Orden como signo de amor de los paulinos a la vida “solus cum Deo solo", puede sustituirse por otra forma de plegaria, confirme las circunstancias, el lugar y las personas. Tanto los individuos como las comunidades deben procurar garantizar a cada uno el tiempo necesario para este encuentro con Dios.
EL MÉTODO DE LA LECTIO DIVINA Y SUS 10 PASOS METODOLÓGICOS
La lectio divina indica actualmente una forma tradicional de leer y meditar en la Palabra de Dios. La expresión lectio divina o lectio sacra no significa directamente una lectura cualquiera o un estudio de la Biblia con finalidades científicas, literarias, exegéticas o hermenéuticas, ni tampoco una forma de meditación tradicional, sino más bien una atención particular a la palabra revelada y a aquel que nos habla en ella, el mismo Dios. Su cualificación de «divina” indica que la lectio tiene como objeto la Palabra de Dios y que se hace en la presencia del Dios vivo, bajo la acción de su gracia. Supone una relación con el Padre que nos habla en su Verbo y con el Espíritu que es el maestro y el éxegeta de la Escritura, en comunión con toda la Iglesia.
Este término se encuentra en Orígenes, que habla de una théia anagnosis; la lectura asidua de las Escrituras, según sus indicaciones, supone un empeño particular la aplicación concreta de los sentidos espirituales para escudriñar los misterios escondidos en la Palabra, Según los Padres de la Iglesia, la lectio divina supone escuchar y responder. Jerónimo escribe: «Si rezas, eres tú el que hablas al Esposo; si lees, es el Esposo el que te habla” (Epist. 22, 25. PL 22, 41 1). Ambrosio recuerda los dos momentos del diálogo con Dios: «Le hablamos cuando rezamos y lo escuchamos cuando leemos los oráculos divinos” (De officiis ministrorum, 1, 20: PL 16, 50). Gregorio Magno desarrolla en su pedagogía la exégesis espiritual de la Escritura con el método de la ruminatio de la Palabra mediante los sentidos interiores. San Benito usa expresamente este término en su Regula 48, 1, cuando alude a la ocupación primordial de los monjes en la lectura divina («occupari… in lectione divinan) e invita a los monjes a dedicarse a la lectura y el estudio de la Biblia. En el siglo Xll encontramos en la obra de Guido II, abad de la Gran Cartuja (+ 1188), una exposición metódica de la lectio en la Scala claustralium (PL 184 475-484), con un tratado sistemático en forma de carta al monje Gervasio. El autor la presenta como una escala de los monjes para subir al cielo. Enumera los cuatro escalones, que son la lectio, la meditatio, la oratio y la contemplatio. Describe el sentido de cada uno de estos momentos de esta forma: «La lectio es un estudio detenido de las Escrituras realizado con un espíritu totalmente esforzado en comprender. La meditatio es una actividad de la inteligencia que con la ayuda de la razón busca la verdad escondida. La oratio es un dirigir el corazón a Dios con el intenso deseo de evitar el mal y conseguir el bien. La contemplatio es una elevación del alma por encima de sí misma, permaneciendo como suspensa en Dios y saboreando los gozos de la dulzura eterna… La lectura busca la dulzura de la vida bienaventurada, la meditación la encuentra, la oración la pide y la contemplación la experimenta». El autor, y a continuación toda la tradición monástica, hace remontar los cuatro escalones de la lectio divina a la explicitación concreta de las palabras de Jesús sobre la oración asidua (Lc 1 1,9): «Buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá: buscad en la lectura y encontraréis en la meditación, llamad en la oración y se os abrirá en la contemplación…»
El concilio Vaticano II, acogiendo las instancias de la renovación bíblica y monástica, aludió a la lectio divina, aunque no utiliza el nombre tradicional, sino más bien el de pia lectio (DV 25). Exhorta a los religiosos a la lectura frecuente de la Escritura para aprender « la ciencia sublime de Jesucristo» (Flp 3,8) (PC 5). «Pero conviene que recuerden que la lectura de la sagrada Escritura tiene que ir acompañada de la oración , para que pueda desarrollarse el coloquio entre Dios y el hombre» (DV 25). En nuestros tiempos, bajo el influjo de la renovación bíblica y pastoral, la lectio divina se ha convertido -con las escuelas de la Palabra y los diversos grupos de oración, pero también con el método de la lectura de la «Palabra-Vida» en América Latina- en una de las formas más seguras y sobrias de la evangelización a partir de la Palabra rezada.Hoy la Lectio Divina tiene la misión de hacer de la oración personal y comunitaria una respuesta segura a la revelación del Dios vivo, que nos sigue hablando hoy a nosotros en las Escrituras (DV 21). Los autores contemporáneos sugieren, para una recta experiencia de la lectio divina, la necesidad de escuchar totalmente en el Espíritu, con los ojos vueltos hacia Cristo y en una actitud de silencio interior, en una relación viva con la realidad y con la historia de los orantes que es iluminada por la Palabra y sigue abierta a la praxis, a la acción en la que tiene que desembocar la contemplación. Por eso se habla no sólo de los cuatro escalones del método medieval, sino también de la continuidad en la vida con la consolación, el discernimiento, la decisión, la acción concreta en favor de los hermanos. La lectio divina recobra de este modo su linfa vital: orar y vivir la Palabra de Dios, Palabra de vida.El Espíritu Santo el que habló por los profetas e inspiró la Escritura nos sigue hablando hoy a nosotros. La educación en la escucha del Maestro interior tiene que pasar por el ejercicio de la meditación orante sobre la Palabra de Dios, por la práctica de la lectio divina que es un acercamiento gradual al texto bíblico y se remonta al antiguo método de los Padres de la Iglesia, que a su vez son herederos del uso rabínico. ()El método patrístico de la lectio divina es simplicísimo y se lo recomendamos a todospara orar y vivir la Palabra.
10 grandes pasos o momentos sucesivos:
1° – La statio (preparación) Disponer el cuerpo y el espíritu. Postura y compostura.
Cesar en la ocupación o en la acción en que se estaba. Buscar el sitio. Pedir ayuda a Dios. Tomo con amor el Libro. Lo pongo entre mis manos como si fuera un tesoro. Lo levanto a los labios. Lo beso.El cuerpo, en contacto directo con el Libro, dice: aquí estoy. Con el corazón limpio y con humildad, invoco al Espíritu Santo; pido que se haga presente con sus dones (entendimiento, sabiduría, consejo…).
2° – La lectio (lectura)
Consiste en leer y releer la página de la Escritura, poniendo de relieve sus elementos fundamentales. Para ello aconsejo leer con la pluma en la mano, subrayando las palabras que me impresionan o bien marcando con signos gráficos los verbos, las acciones, los sujetos, los sentimientos expresados o la palabra clave. De esta forma se estimula nuestra atención y se ponen en movimiento la inteligencia, la fantasía y la sensibilidad, haciendo que un trozo, considerado quizá como muy conocido, se nos muestre como nuevo Este primer trabajo puede ocupar bastante tiempo si estamos abiertos al Espíritu: se coloca el relato leído en el contexto más amplio, bien sea de los trozos próximos a él, bien del conjunto de un libro, bien de toda la Biblia, para comprender qué es lo que quiere decir.
3° – La meditatio (meditación)
Es la reflexión sobre los valores perennes del texto. Mientras que en la lectio asumo las coordenadas históricas, geográficas y hasta culturales del pasaje, ahora se plantea la pregunta: Qué me dice a mí? Qué mensaje referido al aquí y ahora, propone este pasaje con la autoridad que le da el ser Palabra del Dios vivo?
4° – La oratio (oración)
Es la primera plegaria que nace de la meditación: Señor! hazme comprender qué valores permanentes de este texto me faltan. Hazme captar cuál es tu mensaje para mi vida! Y en un momento determinado, esta plegaria se concentra en adoración y en contemplación del misterio de Jesús, del rostro de Dios. La oratio puede expresarse también en petición de perdón y de luz, o en ofrecimiento.
5° – La contemplatio (contemplación)
Resulta difícil de expresar y de explicar. Se trata de detenerse con amor en el texto; más aún, de pasar del texto y de su mensaje a la contemplación de Aquel que habla en cada página de la Biblia: Jesús, hijo del Padre, dador del Espíritu.La contemplatio es adoración, alabanza, silencio ante Aquel que es sujeto último de oración, el Cristo Señor, vencedor de la muerte, revelador del Padre, mediador absoluto de la salvación, dador de la alegría del Evangelio. En la práctica los tres momentos no son rigurosamente distintos, pero la subdivisión es útil para los que necesitan comenzar o reanudar esta práctica. Nuestra oración es como un hilo que va enlazando nuestras jornadas.
6° – La consolatio (consolación)
Es muy importante para nuestro camino de oración, y san Ignacio de Loyola habla muchas veces de ella en su libro de los Ejercicios Espirituales. Sin este elemento la oración pierde sal, gusto. La consolación es el gozo de orar, es el sentir íntimamente el gusto de Dios, de las cosas de Cristo. Es un don que ordinariamente se produce en el ámbito de la lectio divina, aunque evidentemente el Espíritu Santo es libre de concederlo a quienquiera. Solo de la consolación brotan las opciones valientes de pobreza, castidad, obediencia, fidelidad, perdón, porque es el lugar y la atmósfera propia de las grandes opciones interiores
7° – El discretio (discernimiento)
Manifiesta con mayor claridad aun la vitalidad de la consolación. Mediante el gusto del Evangelio, a través de una especie de olfato espiritual para las cosas de Cristo, nos hacemos sensibles a todo lo que es evangélico y a lo que no lo es. Se trata, por tanto, de un discernimiento importante, porque no estamos llamados tan sólo a observar los mandamientos en general, sino a seguir a Jesucristo. Y el seguimiento no conlleva una evidencia inmediata en las opciones de cada día si no hemos entrado, por así decirlo, en la mente de Jesús, si no hemos saboreado su pobreza, su cruz, la humildad de su nacimiento, su perdón.Esta capacidad de discernir la marca evangélica en las emociones ordinarias y en los movimientos del corazón es un don tan grande que san Pablo lo pedía para todos los fieles: “Que recibáis abundancia de sensibilidad para que podáis distinguir siempre lo mejor, lo que agrada a Dios y lo que es perfecto (Filp 1, 9-10; Rom 12,2).Hoy la Iglesia tiene una enorme necesidad de discretio, ya que sus opciones decisivas no se refieren tanto al bien o al mal (no matar, no robar), sino a lo que es mejor para el camino de la Iglesia, para el mundo.
8° – Collatio (Intercomunicación)
A la hora de responder a la Palabra se puede compartir con otros, con los hermanos o hermanas.Cabe la posibilidad de “la lectio” personal y comunitaria.Los primeros pasos de la “lectio” se pueden hacer en privado, haciendo la lectura de un mismo texto…Luego vendría el reunirse en asamblea. Aporto los ecos que la Palabra ha suscitado en mi. En clima oracional. Sin disquisiciones o disertaciones. Como intercambio de experiencias y vivencias (llevarlo escrito puede ayudar).
9° – La deliberatio (deliberación)
Es un paso sucesivo. De la experiencia interior de la consolación o de la desolación aprendemos a discernir y a decidir, según Dios.Si analizamos atentamente las opciones vocacionales, nos damos cuenta de que siguen, aunque sea inconscientemente este proceso. La vocación es, efectivamente, una decisión tomada a partir de lo que Dios ha hecho sentir y de la experiencia que de ello se ha tenido según los cánones evangélicos.
10° – La actio (acción)
Es el fruto maduro de todo el camino. Por eso la lectura bíblica y la acción, no son ni mucho menos dos vías paralelas. No leemos la Sagrada Escritura para conseguir la fuerza que nos permita realizar lo que hemos decidido! Más bien leemos y meditamos para que broten las debidas decisiones y para que la fuerza de consolación del Espíritu nos ayude a ponerlas en práctica. No se trata, como muchas veces pensamos, de orar más para obrar mejor, sino de orar más para comprender lo que debo hacer y para poder hacerlo a partir de una opción interior.
Actitudes necesarias.
Son necesarias unas disposiciones interiores para que este método de fruto, podemos destacar tres:
Escucha: es necesario acercarse a la Palabra de Dios con reverencia y actitud atenta. Se suele recordar el pasaje en que Moisés, ante la zarza ardiente, contempla y Dios le dice: “descálzate porque el lugar que pisas es sagrado” (Ex 3, 1-6). La Palabra de Dios es para nosotros, como la zarza, un misterio atrayente. Pero hemos de acercarnos “descalzándonos” de todo aquello que nos impide acogerla como merece (ruidos, prisas, preocupaciones, etc.).
Compromiso de vida: La Lectio Divina requiere una armonía entre lo que oramos y lo que vivimos. Es la decisión radical y constante de vivir según el Evangelio, de seguir a Jesús como discípulos. Si esto no lo tenemos claro y queremos hacer compatible la fe con una vida desordenada, la Lectio no puede dar ningún fruto.
Perseverancia: Nosotros somos impacientes y queremos ver en seguida los resultados, pero Dios tiene una pedagogía más pausada. La Palabra leída, meditada, orada y contemplada es en nosotros como una semilla que da fruto de forma misteriosa, según los planes de Dios. Por eso la Lectio requiere que le dediquemos asiduamente un tiempo exclusivo.La lectura comunitaria facilita este aprendizaje, nos ayuda a perseverar, nos ilumina los pasajes que nos resultan más costosos, etc. Además, el grupo de creyentes que frecuentemente escuchan juntos la Palabra de Dios es expresión de la Iglesia. Esta palabra viva y eficaz nos impulsará a vivir según las enseñanzas de Jesús y a ser presencia suya en medio del mundo.
Algunos riesgos a tener en cuenta:
Asilamiento – individualismo: Ya se ha dicho que un peligro es el aislamiento. Nuestra oración no es una búsqueda artificial de paz, no se trata de un método de relajación. Nuestra oración proporciona paz porque Cristo da la paz que el mundo no puede dar, pero al mismo tiempo nos impulsa al compromiso con la transformación de nuestro mundo. El Objetivo de la Lectio Divina no es conducir al lector-orante cristiano a una piedad intimista, individualista, encerrada en “su gozo del Señor”, sino el de guiarlo a través de un itinerario espiritual que le identifica con Cristo y le abre a la misión en el mundo.
“Esoterismo”: También existe la tentación de ser tan originales que de la lectura bíblica lo que busquemos sea encontrar “mensajes ocultos” o ideas contrarias a la doctrina de la Iglesia. No nos engañemos, el contenido de la fe no va a cambiar, lo que creemos recoge la esencia de la Revelación, y por lo tanto, del mensaje de la Biblia. Lo que sí pretende conseguir este método es hacer viva en nosotros la presencia de Dios, entrar en diálogo con Él, alentarnos en nuestro compromiso cristiano, familiarizarnos con el tesoro que encierra la Biblia y, en definitiva, conseguir que el Espíritu Santo sea quien mueva nuestra vida.
Inconstancia: Por último, ya se ha apuntado que otro riesgo es la falta de perseverancia. Hay personas como los monjes, pero también muchos seglares y sacerdotes, que llevan docenas de años practicando la Lectio, seguramente no se les notará de una forma muy espectacular, seguramente pasan desapercibidos ante tanto ruido que se hace en nuestro mundo. Pero cuando uno tiene ocasión de tratar con alguno de ellos puede descubrir que ahí hay un verdadero creyente, con una fe fuerte, y con capacidad de transmitir a Dios. Esto no se logra con una semana, un mes o un año, sino con la idea de realizar esta práctica con la misma cotidianidad con que uno se asea, come o respira.
Esquema sintético de todas las 10 etapas de la Lectio Divina:
- STATIO (Preparación): La Palabra esperada. Estoy a la espera. Me pongo a la escucha. Disposición interior. Silencio. Invocación del Espíritu Santo.
- LECTIO (Lectura): La Palabra escuchada. Leo el texto con atención. Leer bien es escuchar en profundidad.
- MEDITATIO (Meditación): La Palabra comprendida. El significado de la Palabra. ¿qué dice, qué me dice? ¿quién me dice?
- ORATIO (Oración): Mi palabra responde a la Palabra. Se inicia mi diálogo con la Palabra. Oro el texto, brota viva la oración.
- CONTEMPLATIO (Contemplación): La Palabra encarnada. Epifanía. Ante la manifestación de Dios, me postro, adoro. Silencio ante la Palabra.
- CONSOLATIO (Consolación): La Palabra sentida. La consolación es el gozo de orar, es el sentir íntimamente el gusto de Dios, de las cosas de Cristo. Es un don y….es el lugar y la atmósfera propia de las grandes opciones interiores
- DISCRETIO (Discernimiento): La Palabra confrontada. Prolongo la escucha, discierno. Analizo. Distingo cuál es la voluntad de Dios.
- COLLATIO (Intercomunicación): La Palabra compartida. Sopeso con otros mi respuesta a la Palabra. Diálogo con los hermanos.
- DELIBERATIO (Deliberación): La Palabra me moviliza. De la experiencia interior de la consolación o de la desolación aprendemos a discernir y a decidir, según Dios.
- ACTIO (Respuesta): La Palabra en acción. La Palabra da frutos. Se cumple, se realiza. Vida. Testimonio. Anuncio. Compromiso.
fuente: http://famvin.org