"Al principio venían a la misa del domingo tres personas, y ahora hay días con cincuenta", resume Paweł, uno de los cuatro monjes polacos que han devuelto la vida al Monasterio.
A Paweł le propusieron cambiar su vida en Polonia por una nueva en España y pidió a su superior tres días para rezar. «Leí mucho los evangelios y le pregunté a Dios si estaba preparado para dejarlo todo -recuerda ahora-, fueron tres días de oración de los que salí muy reforzado». El 22 de noviembre del año 2011 llegó a Plasencia y quizás ese día, en algún lugar del país que acababa de dejar atrás, su hermano pequeño sonrió al recordar aquella travesura de los nombres que ha acabado siendo una premonición. «Él siempre me llamaba Pablo, no Paweł, y en mi dirección de correo electrónico de antes de venir aquí, yo ya ponía Pablo». En su tarjeta de visita, la que acaba de sacar de algún bolsillo oculto bajo su hábito blanco, pone “Pablo Stępkowski, OSPPE (Orden de San Pablo Primer Eremita). Superior, representante legítimo en España. Real Monasterio de San Jerónimo de Yuste, 10430 Cuacos de Yuste, Cáceres”. Lo que no pone en esa tarjeta de visita es que tiene 45 años, ojos azules, planta de deportista y un humor estupendo. Que es el único que habla con la prensa, que mide uno ochenta, que le gusta hacer senderismo, que se ríe a cada rato, que las dos primeras palabras que aprendió en español fueron chimenea e interruptor y que ahora habla el idioma muy bien.
En realidad, las posibles dudas sobre la españolización del superior de Yuste las ha disipado hace diez minutos uno de los guardas de seguridad del Monasterio. «Paweł no, Pablo», aclara con autoridad a la segunda vez que le mencionan al monje por su nombre original. El hombre acaba de dejar pasar a una pareja vestida de turistas andarines, él con pantalón corto multibolsillos, forro polar remangado, zapatillas para caminar por el monte y una mochila portabebé con el crío acurrucado en el pecho. Desde que TVE emitió la serie “Carlos V”, el número de visitantes del Monasterio de Yuste se ha multiplicado. La culpa es de la tele, sí. Y antes aún del emperador, que tenía medio mundo para elegir el sitio de sus últimos días y decidió viajar hasta este rincón boscoso del norte de Extremadura donde hay mil veces más árboles que casas, a retirarse a un palacio donde el verano se matiza tres o cuatro grados.
Orgulloso del nuevo salón
De hecho, hace fresco en el salón que Pablo enseña con orgullo. Cuando él y Rafal Zawada llegaron aquí para quedarse -fue el miércoles de ceniza de 2013, tras pasar quince meses en Plasencia aprendiendo el idioma-, esta estancia no existía. Ni esta ni otras. Todo un contraste para dos jóvenes que venían de uno de los monasterios más importantes de Polonia, el de Jasna Góra, donde está la virgen negra de Częstochowa, a la que solo Fátima y Lourdes ganan en número de devotos.
Paweł y Rafal cambiaron eso por un lugar deshabitado desde hacía tres años, desde que se marcharon los últimos monjes jerónimos, la orden que ha ocupado el lugar durante la mayor parte de su historia. Las gestiones de Amadeo Rodríguez, obispo de Plasencia hasta hace un mes - le han nombrado para ese mismo cargo en Jaén - y de Antonio Luis Galán, vicario ecónomo de la diócesis, consiguieron lo que tanta gente en la zona estaba deseando: que en Yuste volvieran a vivir monjes. Había quien, en voz baja, no concedía a los religiosos extranjeros más que un par de telediarios, pero han pasado tres años. Y ya no están dos, sino cuatro.
Pablo es el superior. Rafa (41 años) ejerce como párroco de Cuacos de Yuste (865 habitantes y una plaza que merece la visita). Krzysztof Andrzej Kielczyk (el padre Cristóbal, 32 años) llegó a finales de 2013 y entre otros asuntos, se encarga de alimentar la página de Facebook y la web de la comunidad (www.paulinosdeyuste.es). Y el año pasado se incorporó fray Adam Kiełkiewicz (el hermano Adán, 37 años), que ahora está en Salamanca haciendo un curso de español en la Universidad Pontificia, y que, entre otros cometidos, se ocupa de surtir la mesa de la comunidad. «Es el mejor cocinero de los cuatro», admite Pablo, que confirma de palabra la sensación que dejan un par de horas de charla con él: sí, es un hombre feliz.
Lo dice mientras pasea cerca del estanque donde la Historia cuenta que el emperador pescaba truchas y tencas. Es un espacio de paz rodeado de jardines por los que trasiegan jóvenes uniformados con sudaderas azules que llevan cosido el escudo de Patrimonio Nacional.
El organismo estatal es el encargado de gestionar el Real Sitio, en el que estos días hay más jaleo del habitual. En la explanada exterior, una brigada de funcionarios del servicio de mantenimiento de carreteras, vestidos de naranja fluorescente, vierte alquitrán desde un camión. No hace falta preguntar el motivo de los arreglos. Aquí todos lo saben: mañana visita el lugar el Rey Felipe VI, para asistir a la ceremonia de entrega del premio Carlos V, que entrega la Fundación Academia Europea de Yuste. Lo tienen ya Felipe González, Javier Solana, Helmut Kohl, Jacques Delors, José Miguel Durão Barroso o Mijaíl Gorbachov, y este año lo recibirá Sofía Corradi, que pasará a la historia como 'Mamá Erasmus' porque fue ella quien concibió el famoso programa que ha permitido a millones de universitarios europeos pasar un año estudiando y haciendo turismo y muchas cosas más en un país comunitario distinto al suyo.
A Pablo, Rafa, Cristóbal y Adán, este tipo de citas no les cambia la rutina. Al menos la de los días previos. Ellos vienen de un lugar -de un país, podría ampliarse- más silencioso, pero el superior no se queja. «Comprendemos el jaleo -admite Pablo-, que nos incomoda, pero no pasa nada, todo estamos todavía organizándonos, y nosotros llevamos poco tiempo aquí».
Algunas novedades
El suficiente, sin embargo, para que hayan cambiado algunas cosas. Tras seis años sin hacerlo, los scouts católicos han vuelto a celebrar su Pascua particular en el Monasterio, que la pasada Semana Santa juntó a una treintena de jóvenes de Badajoz, Cáceres, Guadalajara, Madrid, Barcelona, Granada y Huelva. Y una novedad especialmente satisfactoria para los monjes: la resurrección de la eucaristía del domingo, que se celebra con música de órgano y cantos gregorianos «Al principio, cuando llegamos, venían tres personas, y ahora hay siempre treinta o cuarenta, cincuenta algunos días», cuenta Pablo, que desgrana más diferencias entre el Monasterio de hace tres años y el actual.
Por ejemplo, las habitaciones. Están las cuatro de los monjes, y otras tres que también fueron remodeladas, aunque se han utilizado en ocasiones contadas. Cuando han venido sus familiares a visitarles desde Polonia, y poco más. Y ahora andan en tratos con Patrimonio Nacional para hacer obras en otras cuatro celdas. «Nos vendrían muy bien tener listas esas cuatro celdas, servirían para las estancias de quienes aspiran a ingresar en nuestra orden», explica Stępkowski. «Poco después de que la prensa contara que estábamos aquí, que habíamos recuperado la vida monacal en Yuste -continúa-, empezaron a llamarnos jóvenes de España y de América Latina, algo que no esperábamos, porque lo normal es que pasen años entre que llegamos a un sitio y surge gente interesada en entrar en la Orden».
Esa reacción fue una sorpresa para ellos. Y una alegría en toda regla, estando como están las vocaciones. De ellas depende que los paulinos puedan seguir atendiendo sus 67 monasterios, de los que 45 están fuera de Polonia. En cada uno de ellos hay entre tres y quince monjes. En Yuste, la única casa de la Orden en España, no hay incorporaciones a la vista. «Podría venir un quinto monje, pero no a corto plazo, de momento no me parece que aquí haya trabajo para uno más», aclara el padre Pablo, que a lo largo de la conversación deja una frase que es casi un eslogan. La pronuncia cuando se le pregunta si usan móvil, Internet, televisión... «Cuida de tu alma, esa es la única limitación», proclama el superior de los paulinos de Yuste, un espíritu joven que no olvida a Dolores Cepeda, la maestra que les dio las primeras lecciones de español.
Con los neocatecúmenos
Procuran visitarla cuando viajan a Plasencia (a cuarenta kilómetros sobrados de curvas). Allí hacen sus compras, habitualmente en el Carrefour - entonces Pablo prefiere usar el clergyman, más discreto que el hábito blanco -, visitan a los amigos del Obispado o echan una mano a los neocatecúmenos, cuya huella está presente en el Monasterio. En concreto, en el altar del salón multiusos, decorado con una composición elaborada por el padre Pablo a partir de dibujos de Kiko Argüello, pintor y referente del Camino Neocatecumenal, conocido también popularmente como “los kikos”.
Hay en el superior de Yuste una evidente inquietud por la cultura, que explica que entre sus proyectos figure uno de especial calado: recuperar la biblioteca. La que había era excepcional. Tenía cuarenta mil volúmenes, que los jerónimos cedieron a la Universidad Pontificia de Comillas. Ahora, los paulinos quieren que en el retiro último de Carlos V vuelva a haber estanterías llenas de letras. De momento han dado el paso previo indispensable: le han devuelto la vida al Monasterio más famoso de Extremadura.
fuente:hoy.es